Las puertas de Santa Clara reabren durante un día con visitas guiadas

El 25 de septiembre del 2017, el convento de Santa Clara cerraba sus puertas y las últimas clarisas que aún vivían en él se trasladaron a la sede de la orden en Santiago de Compostela. Y desde entonces, el edificio se mantuvo clausurado al público. Hasta el día de ayer.

Dentro del programa de la Semana do Patrimonio Invisible, el Concello ha organizado visitas guiadas para aquellos que solicitasen conocer algunos de los tesoros perdidos de la ciudad. Ayer fue el turno del convento, la visita más esperada.

De hecho, el evento tuvo tan buena acogida que, al minuto de abrirse el plazo de inscripción para la visita, ya se habían cubierto todas las plazas. 150 fueron los afortunados que a lo largo de la jornada pudieron acceder al cenobio, mientras que otros 400 quedaron en lista de espera. Todo un éxito, hasta el punto de que el concejal de Memoria y Patrimonio Histórico, Xaquín Moreda (BNG), comentó que le gustaría poder repetir esta experiencia el año próximo.

La visita, de una hora de duración, recorrió los lugares más significativos del monasterio, como el claustro, la iglesia, los jardines – o «bosque», como se referían a ellos las monjas -, el coro o el locutorio.

El regidor, Miguel Anxo Fernández Lores, participó en la primera visita de la mañana y habló de la importancia de dar a conocer el patrimonio porque «coñecer a nosa historia xera autoestima e interese pola defensa dese patrimonio». A las puertas del edificio, lamentó que las conversaciones con las clarisas de Santiago para aprovechar el exterior del convento para uso público, con el fin de frenar su deterioro, no hayan llegado a buen puerto. Pero también respeta la decisión tomada por la orden de poner a la venta el inmueble.

Historia de la ciudad

La comunidad de Santa Clara comienza su andadura hacia finales del siglo XIV, en un momento, la Baja Edad Media, en que Pontevedra era una de las localidades más importantes de Galicia. Casi al mismo tiempo llegaron los franciscanos y dominicos.

Las órdenes mendicantes tenían por costumbre colocar sus monasterios cerca de las ciudades, pero extramuros. En este caso, Santa Clara se ubicó en la puerta que hoy en día lleva su propio nombre. La fundación del convento supone un hito para la ciudad, pues se convierte en un elemento urbanizador. En torno a él se va construyendo un nuevo arrabal, a la ribera del Lérez.

Entre aquellos lugares que, hasta hace nada, estaban ocultos a los ojos de la mayoría de los pontevedreses, destacan por su belleza el claustro y los jardines. En el centro del primero, un chafariz que recuerda a la fuente de la plaza da Ferrería, coronado por una escultura de Santa Clara portando sus símbolos: el bastón de olivo y el ostentorio. A su lado, los viñedos con los que preparaban el vino.

En el jardín se encuentra, además de una amplia variedad de frutales, el cementerio, que aún se usó hasta hace poco. En total, 12.000 metros cuadrados de superficie al aire libre.

La estancia más impactante y bella es el coro superior, desde donde las monjas rezaban y participaban en las misas y en donde aún se encuentra el órgano.

Pero el guía asegura que, aunque sea la parte más conocida por los pontevedreses, la iglesia es lo más importante de la visita, especialmente, por su rico altar mayor y los retablos, de gran belleza. En el centro de uno de ellos cuelga un retrato de Santa Clara que se cree pudo ser obra de Luca Giordano, pintor de corte de Carlos II.

También merece la pena conocer la historia de Sor María de Santo Antonio, que está enterrada en la iglesia. Esta toledana, que acabaría siendo abadesa, antes de ingresar en la orden, formó parte de un convento masculino en A Pobra do Caramiñal (A Coruña), haciéndose pasar por un hombre.

 

Fuente: La Voz de Galicia