En este mes de octubre de 2020, cumplimos los 50 años de la parroquia y nuestra celebración será sencilla: una Misa de Acción de gracias presidida por nuestro Sr. Arzobispo y un libro con historias y anécdotas con mensaje, de estos 50 años.
Estoy convencido que lo más importante de estos años no se ve. Es lo espiritual que va por dentro, aunque tenga manifestaciones también externas. Me refiero a las conversiones a una vida más santa, las decisiones apostólicas, la difusión del Evangelio y luego todos y cada uno de los sacramentos que nos comunican la vida de Jesucristo.
En la exposición que se ha hecho en la sala de exposiciones, salen, con fotos, todos estos momentos tan decisivos, al menos una pequeña muestra, que se puede contemplar y agradecer.
Junto a eso, que es lo más valioso, están también las mejoras de los templos: S. Cayetano, Guadalupe y San Silvestre.
Cuando después de los años me paro a pensar y mirar esas mejoras, me parecen un milagro cada una de ellas. Creo que es fácil ver la mano de Dios y su ayuda descarada. ¡Gracias Señor!
Lo afirmo pensando en las colectas dominicales o mensuales que la verdad dan para poco. Pero cuando nos metimos en obras, no sé de donde salió el dinero, pues siempre pagamos todo y a tiempo.
Baste pensar sólo en la iglesia de S. Cayetano (dejamos las otras para otra ocasión) en la que restauramos el retablo mayor, todo el pavimento del templo, en la adquisición y posterior restauración de la casa nº 8 aneja a la iglesia, ahora sala de exposiciones. La restauración de la antigua sacristía y lo que es ahora sacristía y sala superior…todo esto se hizo con dinero de gente generosa y con pocos recursos.
No cuento el tejado, las fachadas y el atrio que fueron obra del Consorcio y de lo que fue Ministerio de vivienda, a quienes se lo agradecemos de verdad.
Quiero también recordar la adquisición de un Cristo en la cruz de la escuela de Gambino, las tres lámparas de hiero forjado, los bancos etc.
Aparte de todo esto, está el mantenimiento de la iglesia que, a lo largo de los años, supone bastante.
Por todo, gracias a Dios, gracias, y gracias a tantos anónimos colaboradores y a sus oraciones.
Víctor M. Sánchez Lado