Maruja Casais, la estradense que eligió vivir su vida ayudando al prójimo

Se llama María Dolores Casais Rey, tiene 91 años, y acaba de ser reconocida con el Premio Honorífico ao Labor das Mulleres del Concello de A Estrada. Se lo ha ganado a pulso, aunque ella no lo crea. «Lo que hice, lo hice con amor, pero no hice nada especial», dice ella quitándose méritos.

Maruja, como la conoce todo el mundo, es uno de los pilares de Cáritas de A Estrada. Ella y la religiosa Loli Mendoza fueron las fundadoras del colectivo estradense como tal, aunque previamente existía un grupo que asumía el reparto de alimentos procedentes de los excedentes de la Unión Europea.

Antes, Maruja ya había colaborado generosamente con cuantas causas se había encontrado en su camino. Sobre todo a través de la iglesia, porque Maruja es mujer de fe. «Soy muy creyente», confiesa.

Maruja nació en Arcos de Furcos (Cuntis). Su padre era Guardia Civil y su madre ama de casa. En su hogar no se pasó hambre, pero tampoco sobraba el pan. Maruja era la tercera de nueve hermanos. Con 19 años, animada por su tía Benedicta, se aventuró a cruzar el charco para ganarse la vida. «Estuve siete años en La Habana, cuidando a dos niños», recuerda. La estradense se sintió valorada como nunca.

Podría haber hecho su vida en Cuba, pero volvió a casa por su abuela: estaba delicada de salud y Maruja quería acompañarla. La idea inicial era regresar después a La Habana, pero cuando la abuela murió, Maruja asumió el papel de ama de cura, dedicando su vida a acompañar a su tío José Casais, que era sacerdote, hasta el final de sus días. «A donde iba el allá iba yo», cuenta. «Fue cura en Matalobos, en Carcacía, en Asados y en Vilanova de Arousa. Y cada vez que cambiaba de sitio, allá me iba con él», explica.

Cuando el sacerdote enfermó de alzhéimer tuvo que jubilarse y Maruja se instaló con él en A Estrada. «Fue una etapa muy dura», reconoce Maruja cuando se le pregunta. Porque Maruja tampoco es de quejarse. Es de gestionar sus problemas y volcarse con los del prójimo.

Maruja vio crecer Cáritas como la espuma. El equipo echó a andar un banco de alimentos propio, un ropero benéfico, una escuela para niños desfavorecidos y hasta un grupo de lucha contra el alcoholismo. «Íbamos a cobrar las cuotas de los socios puerta a puerta y visitábamos a las familias beneficiarias de las donaciones para comprobar cuál era su situación», recuerda. Si hacía falta, hasta llevaban a la gente al médico.

«Lo que se hizo fue muy bonito. El grupo de apoyo a personas con alcoholismo habría que recuperarlo. Lloro por ese servicio. Algunas personas consiguieron dejarlo. Es delicioso ver cómo se dieron cuenta y cómo recuperaron sus matrimonios, que estaban desechos. Aún hoy nos vemos por la calle y nos queremos como si fuésemos de la familia», cuenta Maruja.

A sus 91 años, la estradense aún sigue yendo por el local de Cáritas cuando puede. «A mi edad poco puedo hacer ya, pero nos reímos, lloramos y tomamos un café», cuenta. Maruja Casais, que también fue homenajeada por Cáritas hace dos años, recogerá un poco del cariño que ha sembrado toda su vida en un acto público el próximo 8 de marzo.

 

Fuente: La Voz de Galicia