Momento Blanco en Cope: celibato

Para acercar los sacramentos a las comunidades cristianas remotas del Amazonas, se ha planteado la posibilidad de ordenar sacerdotes a varones maduros, de virtud probada, aunque se encuentren casados. En el morbo informativo y clericalón, vuelve a cuestionarse el celibato en la iglesia, en particular, el de los párrocos de a pie. En realidad, el Papa ya ha dicho que se trata de una regla de vida que aprecia y un don para la Iglesia.

El celibato no sirve como refugio para los que tienen problemas en sus cabezas o con el sexo; por eso no remedia los abusos ni la falta de sacerdotes. Sólo deberían abrazarlo voluntariamente como un regalo quienes encuentren en él, con sensatez, el camino de entrega a Dios y a los demás. No se elige como renuncia o continencia, ni para vestir santos por haberse pasado el arroz. Tampoco para evitar la lata de las cargas familiares.

El celibato facilita la opción por Dios en grado de enamoramiento. A Él se le presta la propia vida como un signo de Su presencia en medio de la humanidad. Dedicación total. Disponibilidad; en traslados, tareas y tiempo. La gente necesita a alguien de guardia. Hoy se sostiene que la relación sexual desligada del amor entre los esposos y la reproducción siempre será buena si no daña a nadie; pero ya se ve que el amor matrimonial también cojea.

La persona célibe se centra más en lo que adora que en lo que deja. Algo así: El sheriff Bowman proponía a Fiona Fowler ser su pareja. El marido la había abandonado a ella y a su hijo pensando que así les protegía; ahora había vuelto arrepentido. Parecía no merecer el perdón. Ella respondió al hombre de la ley: “Lo siento. Hice una promesa”.

Manuel Ángel Blanco
(Cope, 21 de junio 2019)