Monseñor Barrio: “el Año Compostelano tiene primordialmente una finalidad religiosa”

Intervención del arzobispo en la presentación del Año Santo

La propuesta para el Año Santo Compostelano 2021 abarca tres aspectos:

  1. Programación litúrgica
  2. Programación pastoral
  3. Programación cultural

Programación espiritual y cultual

“En Santiago converge todo el Continente. En ella se encuentran el centro y la periferia. Es por lo tanto, un lugar altamente simbólico para redescubrir la gran riqueza  de Europa unida en su tradición religiosa y cultural, pero tan marcada por las múltiples peculiaridades que conforman su riqueza”.

“Urge una lectura católica de la peregrinación a Compostela, del Camino de Santiago y del Jubileo”. El Año Compostelano tiene primordialmente una finalidad religiosa. Es un verdadero Año de Gracia en el que por medio de la conversión continua y la predicación asidua de la Palabra de Dios, se favorecen la fe y el testimonio de los cristianos; por la oración y la caridad se promueve la santidad de los fieles; y por la esperanza en los bienes futuros se anima la evangelización continua de la sociedad, lo cual pueda ser el gran fruto espiritual y apostólico en consonancia con la rica tradición precedente”.

Acentuar sobremanera el Camino o los caminos, no debe hacer olvidar la meta: la Catedral. Y dentro de ella el Sepulcro con las reliquias del Apóstol Santiago.

El Año Santo nos tiene que llevar a habitar el presente con esperanza. Deseamos acompañar a los peregrinos y sentirnos  acompañados por ellos, escuchando y tratando de dar respuestas a sus preguntas.

En la Pastoral me pongo camino con  los peregrinos tratando de indicarles a donde van y porqué, compartiendo con ellos una reflexión sobre la vida cristiana y su compromiso en nuestra sociedad.

Debe resaltarse la figura del Apóstol Santiago como testigo y amigo de Señor, como protomártir de los apóstoles, lo que abriría nuestra Catedral a los mártires actuales por su fe, por nuestra fe. Como evangelizador, abriendo la puerta santa de nuestra Catedral a tantas Ordenes misioneras en el mundo.

Es necesario avivar la conciencia de las exigencias que conlleva la celebración del Año Santo Compostelano con su connotación espiritual y pastoral además de la cultural en las circunstancias del momento eclesial en que acontecen. El Año Santo es un acontecimiento de gracia para orientar la realización integral de la persona con una antropología dinámica y dinamizadora.

En el Año Santo Compostelano se nos llama a renovarnos espiritualmente, recordando los contenidos de nuestra fe, acogiendo la salvación en medio de la indiferencia religiosa, incertidumbre moral y pérdida del sentido transcendente de la vida y favoreciendo  el despertar religioso y espiritual de las personas y de las comunidades cristianas.

“Sal de tu tierra… a la tierra que yo te mostraré”.

El papa Francisco exhorta a la Iglesia a estar en salida. ¿Qué significa esto? -“Sal de tu tierra”, esto es, de la burbuja que nos aísla del resto del mundo y nos vuelve autorreferenciales; de la zona de confort de la comodidad, el egoísmo y las inercias; de las falsas seguridades que nos proporciona nuestro pequeño mundo, donde no hay espacio para más voces que la nuestra y donde se conjura el riesgo de cualquier cambio con el pretexto de preservar la verdad. Ciertamente, salir sin más del área de nuestras certezas puede exponernos al vaivén de las opiniones cambiantes y de las modas efímeras. Lo único que puede infundirnos confianza ante esa perspectiva es la palabra del Señor, siguiendo: in verbo tuo, Domine. La confianza en el Señor que nos pone en camino es la fe. Una fe que nunca puede ser ciega, puesto que nos ilumina y nos abre horizontes para descubrir cosas que antes nos permanecían ocultas.

“Ponte en camino a la tierra que yo te mostraré”

Ponerse en camino no es lo mismo que echar a andar. La idea del camino encierra en sí la noción de una meta, de un proyecto, de un objetivo. Caminar no es lo mismo que pasear o vagabundear. Es verdad que muchas veces puede parecer que “la vida es lo que nos ocurre mientras estamos ocupados haciendo proyectos”. Y la propia Escritura nos alerta en varias ocasiones contra la insustancialidad de los pensamientos del hombre y la vanidad de todas sus obras bajo el sol. Pero el cristiano está convencido de que su proyecto no es un vano pensamiento humano, sino que es la propia meta la que le sale al encuentro en la persona de Jesucristo, camino, verdad y vida. Por ser Él la verdad, es digno de fe y por ser Él el camino da sentido a nuestra esperanza.

“Santiago te espera”.

El anhelo de la meta sostiene al caminante en la esperanza de alcanzar un bien. Los que participan en competiciones deportivas ambicionan la posesión del trofeo que los acredite como los mejores. Pero el premio que se le promete a Abrahán no es algo que le enriquezca a él solo, sino que es una proyección universal. Abrahán es llamado para que todas las naciones sean benditas, esto es, para que Dios hable bien de ellas. Y ya sabemos que la palabra de Dios es eficaz, por lo que su bendición es el bien sobre quien la recibe. Abrahán sale de su casa, sale de su espacio y su comodidad porque sale al encuentro del otro. En unos tiempos en que la publicidad insiste en las propias capacidades decisorias del ser humano, en el derecho del individuo a mimarse, en las bondades del “yoísmo” (enmascarando que esto no es más que otra forma de decir egoísmo), la vocación de Abrahán nos recuerda que el ser humano sólo es verdaderamente él cuando lo es hacia el otro, puesto que la persona sólo se realiza en la relación. Si la fe nos pone a disposición de Dios y la esperanza nos encamina hacia él, sólo la caridad, el amor, nos hace semejantes a él, porque Dios es amor. Ésta es el verdadero sentido de toda peregrinación: salir del egoísmo que aísla y enfrenta a las personas para ser co-creadores con Dios, esto es, para sembrar lo único que puede dar vida, que es el amor. En el misterio de la caridad descubrimos que la verdad y el camino están al servicio de la vida.

Peregrinar a la luz de la fe.

Es la llamada a la conversión, a recorrer el camino de la penitencia y ascesis y a contemplar la figura del apóstol Santiago, testigo de la fe y protomártir de los apóstoles, renovando y revitalizando nuestra vida de fe.

En el camino de la esperanza.

No tendría sentido la peregrinación sin la esperanza de la vida eterna tan bellamente expresada en el Pórtico de la Gloria. Recordamos la llamada de Jesús a Santiago y el envío de éste hasta los confines de la tierra.

Jesucristo es el definitivo futuro de Dios. Anuncia no sólo la cercanía del reino de Dios para los pobres, desheredados, oprimidos y humillados. En sus milagros anticipa el nuevo mundo salvado. En su resurrección el poder de la muerte se resquebraja definitivamente y se abre la nueva creación.

Arraigados en el amor.

Ponerse en camino conlleva la caridad pues en este dinamismo hemos de descubrir nuestra condición de hijos de Dios y de hermanos los unos de los otros, llamados a vivir la concordia y la paz, teniendo como iconos a Moisés que libera a su pueblo de Egipto y lo conduce a la tierra prometida, y a Jesús que conduce a la nueva Alianza. La caridad es el amor al que la fe da vida.

Con esta luz hemos de iluminar las grandes cuestiones del hombre, clásicas y modernas que se perciben en la peregrinación que nos invita a entrar dentro de nosotros mismos para escuchar esas últimas o penúltimas preguntas que llevamos dentro, a mirar a los demás y a elevar nuestro pensamiento a Dios. Salir de nuestra  tierra nos lleva a preguntarnos quiénes somos, descubriendo nuestra condición de “homo viator” y viendo las tierras que hemos de dejar para llegar a la que Dios nos mostrará. Ponernos en camino nos ayuda a preguntarnos de dónde venimos y a dónde vamos. Todo ello con la confianza de que Santiago nos espera y nos indica la tierra que debemos dejar para ir a la tierra prometida, cielos y tierras nuevos, apuntando al Pórtico de la Gloria.

Una verdadera transformación de las mentalidades y actitudes de la Iglesia en la pureza doctrinal deja paso a un seguimiento de Jesús. A esto quisiera invitar a todos los peregrinos, niños, jóvenes y adultos en el Año Santo Compostelano 2021.

Santiago de Compostela, diciembre de 2019