Un cántaro nuevo conserva largo tiempo
el olor que lo impregnó por primera vez
(Horacio)
Me impresionó, hace años, un gran jarrón ornamental en la hermosa casa de unos amigos. Me intrigó la inscripción que corría en torno al vaso, escrita en un latín ni demasiado fácil, ni excesivamente complicado: “Quo semel est imbuta recens servabit odorem testa diu”. Es un pasaje de las Epistolas de Horacio, el principal poeta lírico y satírico en lengua latina, un texto citado también por San Agustín en La ciudad de Dios.
Dice: una vez que una vasija nueva haya sido impregnada de una sustancia, conservará por largo tiempo el aroma de esa sustancia que contuvo.
Es una metáfora de la formación – o de la deformación – que recibimos de jóvenes y que queda impresa en el alma, casi grabada.
Toda la tradición clásica, con buena razón psicológica, subraya que las enseñanzas fijadas en el ánimo de niños de corta edad llegan muy profundo.
Tres puntos a meditar.
Primero: todos los educadores lo tengan en cuenta; los catequistas, por ejemplo, para que sepan lo importante que es su tarea. Hay cosas que se van sembrando en el alma: en los años de la rebeldía padecen olvido, relegación y abandono. Sin embargo, la persona, creciendo, poco a poco vuelve a retomarlas, pues ya las tiene en el fondo.
Luego: no hablemos excesivamente, siempre y sólo de tolerancia, que a veces es la forma para disfrazar nuestra indiferencia, la falta de compromiso, la derrota. Es que siempre somos hijos de nuestro pasado, para bien y para mal.
Por último: no nos olvidemos que en nosotros actúa también la gracia divina que puede transformar todo olor, todo aroma. Mutar los vicios, purificarnos de todo mal.
a cargo del padre Fabio, párroco de Arca y Arzúa