Tarde de domingo en Milladoiro. A ratos hay algo de aquella monotonía de lluvia tras los cristales que Machado nos dejó como alegoría ideal para describir un estado de ánimo quebradizo, acaso pleno de nostalgias. En muchos hogares de esta población el frío de esta tarde se cuela por las ventanas con mayor vigor: mucha gente por sus condiciones económicas no tiene ni para pagar calefacción. Bien lo saben quienes trabajan en Cáritas parroquial de la UPA Milladoiro e contorna.
Pero a las ocho de esa tarde, desafiando el relente gélido son muchas las personas que salen a sus ventanas –aquí hay pocos balcones o azoteas- para aplaudir al personal sanitario, a los auxiliares y a los demás trabajadores que sostienen los hospitales públicos, los centros de salud y las clínicas privadas para atender a los afectados por el COVID 19. Yo mismo aplaudo conmovido, emocionado por la lección de solidaridad y con esa muestra breve, pero intensa, de gratitud.
A esa misma hora, una patrulla de la Guardia Civil ha instalado un control de tráfico en la carretera nacional que corta Milladoiro en dos mitades. Ellos hacen su trabajo. Pido a Dios que lo ejerzan con la actitud de servicio y búsqueda del bien común que tienen los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado. Y en mi hogar, minutos después nos enlazamos “teleoracionalmente” con nuestros hijos que ya tienen sus propios hogares en una ciudad de Galicia y en otra de Castilla-La Mancha para rezar el rosario.
Así pretendemos que sea todos los días de esta cuarentena: un momento de unión y de celebración de esa realidad de hogares cristianos. De hecho en esta coyuntura, las iglesias domésticas que somos las familias somos piedras esenciales en el sostenimiento de la Iglesia diocesana. Cuando no hay culto público, en los hogares se intenta adorar en espíritu y en verdad.
Esta Cuaresma es bien especial: penitencia, ayuno y oración casi nos han venido dados. Y desde nuestra fe eso es un don y una oportunidad. Una ocasión de gracia no exenta de dificultades. Nadie dice que las semanas venideras vayan a ser fáciles. Pero como señala esa oración del papa Francisco a la Virgen, que desde el primer instante de leerla me ha cautivado: “Tú, Salvación de todos los pueblos, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba”.
Fiesta y alegría. Vamos camino hacia la Pascua. El aplauso en la ventana es sólo un gesto. Pero es un gesto de confianza y de esperanza. Y con eso me quedo: con un gesto.
Francisco J. A. San Miguel