Campanas de Bastavales
Las tres campanas que hay en el primer cuerpo de la torre son adquisición de comienzos del siglo XX. Los feligreses, al ver hendida la campana mayor, hicieron una colecta para sustituirla. El campanero Ocampo fue el elegido para traer grandes campanas. Colgadas en el atrio, los vecinos comprobaban el sonido. Se eligió la mayor. Pero las mujeres presentes en el atrio clamaron para que también la otra campana subiese a la torre. Le llaman por ello la “campana das mulleres”.
En el pago fueron las campanas viejas, las que escuchara y cantara Rosalía. Pero las actuales superan en volumen y sonido (decían los mayores) a las que había.
Hay una campana, la del reloj, que data de 1.930.
Mientras no se construyó la torre, las campanas en servicio en Bastavales, eran las del santuario del Carmen.
Para los curiosos y rosalianos que deseen conocer más detalles de las famosas campanas, añadiremos unas líneas.
La campana mayor que conmovió a Rosalía apareció hendida. Los feligreses se dispusieron a reparar ese daño. Hay en el archivo parroquial un volumen manuscrito, con perfecta caligrafía inglesa, obra de un maestro de aquel tiempo. Se describen ahí los proyectos, colaboraciones y todo lo pertinente.
Se invitó al famoso campanero Melchor Ocampo, de Arcos de la Condesa, a que presentase en el atrio de la parroquia las mejores campanas que tuviese. El pueblo ya sabía el renombre de sus campanas en la cultura gallega. Creo recordar que esto fue en los años 1.904-05.
Pensamos que la campana tradicional, con su rotura, habrá ido en pago para las nuevas adquisiciones. Lamentable es que no se conservase en su museo por su condición venerable.
El conjunto de las campanas, desde entonces, quedó así conformado.
Campana mayor.- Lleva fecha de 1.902 y un texto que sirve para las tres: “J H S, María y José. Melchor Ocampo me hizo en Arcos de la Condesa”. Mide 108 centímetros de diámetro en la boca.
Campana mediana.- Su fecha ha de interpretarse como 1.899. Mide 100 centímetros en la boca.
Campana menor.- De 1.903. Mide 76 centímetros de diámetro en la boca.
En 1.933 un bastavaleiro al cual fueron bien sus negocios en Buenos Aires, donó el reloj para la torre, entre más beneficios. Ello supuso la aportación de otra campana que pasó al segundo cuerpo de la torre. Para instalar allí esta campana hubo que abrir paso suficiente en la pared de la torre. Arriesgado trabajo encomendado a un cantero del pueblo. También la campana mayor queda muy ajustada en el hueco correspondiente.
Observando el sonido de las tres campanas tradicionales, llegamos a esta conclusión: Tomando el de la mayor por un “do” de la escala musical, el sonido de la mediana es un “mi bemol”. Pero la campana menor produce un “la”, con lo que se pierde un posible acorde.
En la noche del día de Difuntos (1-2 noviembre) se produce esta ceremonia campanal. Las campanas de Ortoño suenan hasta las 12 de la noche. Y, a esa hora, comienzan a tocar las dos campanas mayores de la torre de Bastavales. Así, hasta las cinco horas de la madrugada en que comienzan las Misas de tal día. Las campanas vinieron avisando al pueblo. Nadie duerme esa noche en Bastavales. Todo es oración y meditación. El campanero lleva a la torre provisión de leña para calentarse durante su oficio. Todo fantasmagórico. Cuando va llegando la hora, de todas las aldeas, provistas de medios para iluminar el camino, vienen a Misa los feligreses. Excuso decir que este ritual desapareció hace ya bastantes años.
Nota.- En esa noche no se utiliza la campana menor. Resulta “grilería”, no solemniza. Lo mismo se hacía cuando una conducción fúnebre iba llegando al templo.
Campanero y Enterrador.- Es una institución que cuenta con un protocolo tradicional. Está recogido en un texto conservado en el archivo.
Cada familia abonaba al que ejercía esa doble labor un “cuncón” de maíz al año, que el interesado recogía en el domicilio de los vecinos. En realidad, ya en los últimos años, abonaban en metálico.
El cuncón que hemos visto es una medida que estimamos equivalente a un tercio de ferrado.
El campanero tocaba todos los días la campana a las 12 horas y al atardecer “solpor”, que dicen los gallegos. Pero en vísperas de festivos repicaba, y ya en el propio día festivo también a la madrugada, repicaba. Suprimido el toque de alba que en otro tiempo hubo y al que se refiere Rosalía cuando dice que subía “coma unha cabra lixeira para oír a primeira (campada) da alborada”. Es decir, tenía Bastavales los mismos toques diarios que la Catedral de Santiago. Hoy todo muy reducido.
Si queremos seguir observando el sonido de Bastavales, nos sorprenderá que, colocados en la amplitud del valle, las campanadas que percibimos tienen dos tiempos: golpe y su eco al instante. Ello es así porque el monte que está a espaldas de la torre, nos devuelve el sonido, que nos llega rebotado. Admirable.
También el anuncio al pueblo de un deceso ocurrido en la parroquia tiene particular rito. Se emplean “carreiras” (series de campanadas sucesivas, interrumpidas) que avisan si el óbito es de hombre o de mujer.
Últimos datos
Cuenta el archivo con un ejemplar del Catastro de C. Única correspondiente a Bastavales.
El iglesario dispone de tres fuentes que manan exclusivamente para sus tierras. Un monte, rodea a la iglesia.
La orfebrería, como piezas principales dispone de tres cálices de plata, un coponcito (capsa) del siglo XVII, una cruz gótica, de metal, siglo XV; una cruz plateresca (perdió la base) de lámina muy fina sobre alma de madera; y la cruz de plata que fue de S. Salvador; incensario y naveta de plata. Sobresale la cruz parroquial, de plata sobredorada, maciza, obra del compostelano Pecoul, que Bastavales luce en las grandes procesiones. Lleva punzón de su autor. Muy pesada. De inicios del siglo XIX.
En los años recientes se hizo una restauración integral y modélica de la iglesia. Se retiraron elementos caducos, se repararon las cinco arañas de cristal natural, bancos nuevos y Cementerio Parroquial en terreno del iglesario. Todo con gusto y acierto. Por lo cual hoy Bastavales (Vasta Vales, en el inicio del archivo) es una espléndida realidad. Pero llora la interrupción de la sucesión de párrocos que fueron quienes, con la ayuda de la feligresía, alcanzaron la grandiosidad de Bastavales.
La parte más antigua de la casa rectoral tiene un escudo con las llaves del pontificado romano y esta fecha: 1.653, que algún observador leyó como 1.563.
El cauce del manantial que abastece la fuente del Carmen pasa luego a la huerta de la rectoral y en ese trayecto las aguas son recogidas en la pila barroca que tuvo la iglesia anterior. Esta hermosa pieza presenta las fisuras del maltrato padecido. Fue recompuesta.
Y ya dentro de la huerta un sarcófogo sirvió como lavadero. Y en el bajo de la casa se conserva una lagareta que sustituyó al clásico lagar en el que se exprimían las uvas de la cosecha.
Xosé Pumar Gándara