Resucitó mi amor y mi esperanza

Hoy es Pascua: el Señor ha pasado, liberando y salvando. El salvado en esta ocasión es el Hijo del Eterno Padre, constituido en primicia de los que resucitan. Esta primera lectura de la Misa de hoy, ha sido tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles. Así se hará a lo largo de toda la cincuentena pascual. Presenta a Jesús de Nazaret, el crucificado a pesar de no haber hecho más que bien a lo largo de su vida. El Padre, señor de la vida, lo resucitó, y él se apareció a los que habían sido sus discípulos, constituidos a partir de ese momento en testigos. El Padre le nombró juez de vivos y muertos; y quienes crean en él, recibirán, por su nombre, el perdón de los pecados.

San Pablo dirige una Carta a los creyentes de Colosas. Estos habían recibido el sacramento de la fe por inmersión en la piscina bautismal. Sumergiéndose en ella, se simbolizaba la muerte con Cristo; y saliendo hacia arriba, la resurrección con el Señor. Aprovechando el simbolismo de la salida de las aguas bautismales, el Apóstol les dice que, si por el bautismo habían resucitado con Cristo a una vida nueva, debían aspirar a las cosas de arriba, donde Cristo se encuentra sentado a la derecha del Padre. En adelante deberán llevar una vida unida a la de Cristo, escondida en Dios. En la venida gloriosa de Cristo, también ellos aparecerán gloriosos junto a él.

El Evangelio presenta a María Magdalena yendo al sepulcro de Jesús, muy de mañana. En seguida vio que la losa que cerraba la sepultura estaba corrida. Entonces se fue corriendo en busca de Pedro, que estaba con Juan. Ambos se dirigieron al sepulcro; Pedro entró en la cámara sepulcral y vio los lienzos tendidos, y el sudario enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también Juan, vio y creyó. Hasta entonces no habían comprendido los pasajes de la Biblia, según los cuales había de resucitar de entre los muertos.

José Fernández Lago