Usuarios del Hogar Sor Eusebia de A Coruña relatan su nueva vida: «Me llaman el hombre milagro, en el hospital pensaba que era mejor morirme»

  • Javier Vigo llegó al centro hace tres meses tras sufrir una depresión a causa de una caída, mientras que José Francisco Pérez, Chusco, sobrevivió a un naufragio

A pesar de llevar 37 años al pie del cañón, la labor del Hogar Sor Eusebia de A Coruña todavía no es del todo conocida. «Nos llama mucha gente e incluso vienen a la puerta para pedirnos dormir en el centro una noche, pero nosotros no atendemos a nadie que no sea derivado de un organismo oficial o de una entidad colaboradora con el correspondiente informe», explica Mayca Piñeiro, directora del espacio que acoge y da asistencia a personas marginadas en exclusión social.

Actualmente albergan a 60 personas, muchas de ellas con problemas psiquiátricos o psicológicos. «Nos estamos convirtiendo en un centro de salud mental porque no hay recursos o los que hay están saturados. A raíz de esos problemas, muchas pasan a consumir alcohol u otras sustancias», indica la directora. Es el caso de Javier Vigo Casal y de José Francisco Pérez Santamaría. Los dos sufrieron accidentes, diferentes pero igual de traumáticos, lo que les desencadenó una depresión, por lo que fueron derivados al Hogar Sor Eusebia.

«Yo llevo poco, solo tres meses, fue mi familia la que me habló del sitio. Tengo dos hermanos y buena relación, pero ellos tienen su vida», dice Javier, que tras una caída de espaldas se partió circo vértebras y estuvo cuatro meses en el hospital de Oza. «Me operaron al tercer día de ingresar en el Chuac. Pasé de estar en silla de ruedas a andar en muletas, después, a usar solo una y, finalmente, ninguna. La rehabilitación era agotadora, hacía gimnasia y fisioterapia a diario. Hice todo lo que pude para recuperarme, porque me dijeron que lo que no mejorabas en los primeros tres meses, ya no lo recuperabas», relata el hombre, que antes del suceso vivía en Narón. «Tenía una granja con mi abuela, ella falleció, y me ocupé yo, pero tras ingresar tuve que vender las vacas que quedaban».

Desde ese caída, «tonta», Javier pasó por muchos estados de ánimo. «Me llaman el hombre milagro, pensé que no lo iba a superar. Solo movía las piernas de la rodilla para abajo, del resto del cuerpo no sentía nada, pero en el hospital se te va la mente. Pensaba que era mejor morir que quedarme postrado en una cama, ¿quién me iba a cuidar? », apunta el hombre, que echó mano de la fuerza de voluntad. «Ingresado, ves casos de todo tipo y eso te afecta. Yo me recuperé físicamente, pero no volví a ser el mismo». Desde eso arrastra una depresión. «Al salir, no podía valerme por mí mismo y aquí estoy bien atendido», ya que en el centro cuentan con asistencia sanitaria y cada mañana les administran la medicación pertinente. «Además, podemos salir cuando queramos, yo pasé la Navidad con mi familia», dice.

«Naufragó el barco en el que trabajaba y acabamos en Argelia detenidos por entrar de forma ilegal»

José Francisco, Chusco, es uno de los veteranos de Hogar Sor Eusebia

José Francisco, Chusco, es uno de los veteranos de Hogar Sor Eusebia MARCOS MÍGUEZ

 

Su día a día transcurre con una rutina marcada por los horarios de la medicación y las comidas, para después tener tiempo libre junto a los compañeros. «Hay actividades y también organizan excursiones», señala José Francisco Pérez Santamaría, al que todos llaman Chusco. Él, al igual que Javier, sufrió un accidente, pero de otro tipo. «Trabajaba en una empresa de remolque de yates y estábamos en Valencia. Íbamos solo el capitán, mi excuñado y yo. El barco naufragó y acabamos en Argelia», relata el hombre, de 57 años, que lleva cinco en el centro. «Dicen que el Mediterráneo es tranquilo, pero te metes en el mar de Alborán y cambia. Volvíamos hacia Vigo y nos vimos inmersos en un temporal. Se inundó la nave y no nos dio ni tiempo a coger un salvavidas. Soltamos el bote de emergencia, pero quedó del revés y estuvimos encima de él 16 horas. Después, vi un buque y nadé hacia él para pedir auxilio. Nos llevaron a Argelia y, al llegar, nos detuvieron por entrar ilegalmente en el país. Nos tenían vigilados con metralletas».

Durante todas esas horas en el mar, el capitán del barco «entró casi en hipotermia». «Cuando alcancé el otro barco, le pusimos una manta y a él lo llevaron a un hospital militar. Estuvimos un mes en Argelia. A la semana de llegar a Galicia, el capitán falleció. «Al menos, murió en casa», relata Chusco, que desde ese suceso, en el 2005, no se recuperó. «Al volver, me despertaba con pesadillas, soñaba con olas gigantes. Volví a trabajar en el mar tres meses, pero no aguanté más».

Poco a poco, a raíz del dramático suceso, su salud mental se deterioró y fue ingresado en un psiquiátrico en Santiago, y de ahí lo derivaron a Sor Eusebia. «Al principio es difícil, porque uno echa de menos estar en su casa a su aire, pero ahora este es mi hogar. Me atienden y somos libres de salir a donde queramos. Ahora me voy tres días a Ourense a ver a mi madre, que tiene alzhéimer y está ingresada en una residencia en Valdeorras. Es mi única familia, tengo un hermano que vive en Estados Unidos, pero ni sé dónde. No tengo hijos y estoy divorciado, con mi exsuegra tengo buen trato e iré en verano a verla a Ribeira. Ya fui el anterior»

Alta demanda

Actualmente hay lista de espera para acceder al centro. «Tenemos a unas 15 personas esperando para entrar. Por ello, hemos solicitado a la Xunta una ampliación para así atender la creciente demanda», explica Mayca Piñeiro, directora del espacio, que destaca que necesitan «contar con más instalaciones y más personal para poder dar la cobertura que se necesita y ampliar los servicios que ofrecemos».

 

Fuente: La Voz de Galicia


 

La Asociación Hogar de Sor Eusebia es una entidad de iniciativa social, sin ánimo de lucro constituida el 26 de agosto de 1985, cuyo principal objetivo es luchar contra la exclusión social y dar respuesta a las necesidades de las personas más desfavorecidas de nuestra sociedad.

La primera piedra de las nuevas instalaciones se colocó el 15 de mayo de 1995, y en un plazo de ocho meses, el nuevo hogar se convirtió en una realidad, inaugurándose oficialmente el 23 de enero de 1996, con la presencia del entonces alcalde, Francisco Vázquez, y del arzobispo de Santiago, Julián Barrio, iniciándose así una nueva etapa en la historio del Hogar.

La obra no dejó de crecer, gracias al permanente apoyo de sus socios y a la generosidad de los coruñeses, realizándose varias ampliaciones en el edificio, siempre pensando en mejorar el bienestar y la calidad de vida de los residentes.