Un domingo más, la Liturgia de la Palabra nos ofrece en el Evangelio el discurso de Jesús, llamado del Pan de Vida. En un contexto de profecía se alude al pasaje en el que se describe a Elías, echado en el suelo, desesperanzado, en medio del desierto, sin ganas de vivir ni de continuar predicando contra corriente.
En el pasaje del Antiguo Testamento, aparece la figura del ángel consolador, quien se dirige al profeta de manera enérgica repitiendo la expresión: “Levántate y come”. Gracias a la obediencia al ángel del Señor, Elías va a superar la crisis existencial.
Si aplicamos el relato del libro de los Reyes a nuestras posibles circunstancias, es fácil que nos sintamos reflejados en el agotamiento, el cansancio y el desánimo que padece el profeta, y que este tiempo de verano y de intenso calor acreciente la desgana. Incluso en los días de vacaciones puede aflorar la fatiga acumulada y el miedo al retorno.
Si Elías se incorporó y prosiguió el camino en pleno desierto gracias a la comida y a la bebida que le ofreció el ángel, ¡cuánta mayor fuerza recibiremos si participamos del banquete de la Eucaristía, donde el Señor se nos da como alimento que sacia y fortalece!
No es indiferente que por tres veces diga Jesús: “Yo soy el pan”; dos veces, el “Pan bajado del cielo” y una vez: “el pan de vida”. Además, si sumamos las veces que aparece la palabra pan, encontramos que se alude de alguna manera a ella siete veces. Esta repetición es muy significativa y refuerza el ofrecimiento que hace Jesús para alimentarnos y librarnos del tedio.
Cada vez que recuerdo el dato, que escuché directamente a un profesor de la NASA, de que algunos astronautas católicos habían pedido permiso para llevar la Eucaristía en la nave espacial, y así poder comulgar, me emociono. Ya no es el ángel quien sale al camino, como canta el salmista: “El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege.” Es el mismo Cristo quien nos promete el abastecimiento para no perecer en el camino.
Solo me queda tomar las palabras del salterio: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”. Después de haber hecho el Camino de Santiago durante 25 años, sé lo que significa un trago de agua a tiempo y un bocado de pan y el riesgo de que te dé un mareo si te deshidratas. Jesús se ofrece como comida y como bebida que sacia y fortalece.
Quiero compartir una experiencia del camino. Estaba en la fila de los que deseaban contemplar el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago, y de pronto me fijé en que el joven que estaba delante de mí llevaba un tatuaje en el pie con el texto: 1Cor XIII. Le dije, sorprendido: “¡Llevas una cita bíblica!” Y me respondió: “Si, el Amor no pasa nunca”. Y me despedía de él después de la visita deseándole: “Que sigas siempre enamorado”.
Ángel Moreno Buenafuente