La Cuaresma se identifica mentalmente con el tiempo ascético, tiempo de ayuno y abstinencia. En los Monasterios, estas privaciones se guardan especialmente los miércoles y los viernes, además de que toda la Cuaresma se vive en régimen de austeridad.
Sorprende que el ayuno sea una práctica habitual en muchas religiones, y últimamente haya entrado aún más en nuestra sociedad al conocerse lo que es el Ramadán para los musulmanes, el mes en el que no se puede comer durante el día. Suele recomendarse el ayuno por higiene mental, para conseguir la serenidad biológica, evitar el sobrepeso del cuerpo, como terapia reguladora de algunas dolencias, para dominio de la voluntad, adiestramiento de las facultades mentales o ejercicio de obediencia y de ascesis.
En la Biblia, en varios relatos de súplica, aparece el acompañamiento de la oración con el ayuno: “David suplicó a Dios por el niño; hizo David un ayuno riguroso y entrando en casa pasaba la noche acostado en tierra” (1Sam 12, 10). Las llamadas a penitencia y a conversión, también se caracterizan por el ayuno, así sucede en Nínive: “Los ninivitas creyeron en Dios: ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal desde el mayor al menor” (Jon 3, 5).
El mismo Jesús practica el ayuno. La cuarentena cuaresmal proviene de los días que pasó el Maestro en el desierto ayunando. Sin embargo, en el Evangelio, los fariseos, extrañados por el comportamiento de los discípulos del Nazareno, le hacen una pregunta: “¿Por qué tus discípulos no ayunan?”
Ya el profeta Isaías da un sentido diferente al ayuno, y no lo reduce a la práctica exclusiva de abstenerse de comer: “¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo?” (Is 58, 6). Y en el libro de Tobías, se recomienda: “Buena es la oración con ayuno; y mejor es la limosna con justicia que la riqueza con iniquidad. Mejor es hacer limosna que atesorar oro” (Tb 12, 8).
Benedicto XVI, en el mensaje de Cuaresma de 2009, explica: «El verdadero ayuno, repite en otra ocasión el divino Maestro, consiste más bien en cumplir la voluntad del Padre celestial, que “ve en lo secreto y te recompensará” (Mt 6,18). Él mismo nos da ejemplo al responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el “alimento verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre (cfr. Jn 4,34). Si, por lo tanto, Adán desobedeció la orden del Señor de “no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal”, con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en su bondad y misericordia». Cabe ayunar de TV., de internet, de teléfono, de imágenes, de palabras gruesas, vanas, inútiles. Cabe, sobre todo, alimentarse de la Palabra de Dios.
Ángel Moreno Buenafuente