El don del Espíritu
“El espíritu del Señor ha hablado por mí, su palabra ha llenado mi lengua. El Dios de Israel habló, la Roca de Israel me dijo: “El que gobierna al hombre justamente, el que gobierna con temor de Dios, es como luz mañanera, cuando sale el sol, una mañana sin nubes, cuando brilla por la lluvia la hierba de la tierra”. (2 Sam 23, 2-4)
Vivir en la presencia divina
“Buscó a Dios mientras vivió Zacarías, que lo había educado en el temor de Dios. Mientras buscó al Señor, Dios lo hizo prosperar” (2 Cr 26, 5).
Actuar con honradez y limpieza de corazón
“Actuaréis con temor del Señor, con honradez e integridad” (2 Cr 19, 9).
Reconocimiento del único Dios
“Todos los pueblos de la tierra se convertirán al verdadero temor de Dios; abandonarán a los ídolos que los condujeron al error y alabarán rectamente al Dios de los siglos” (Tb 14, 6).
Establecidos en Dios
“El temor del Señor es puro y eternamente estable” (Sal 18, 10)
Conscientes de nuestra debilidad
“Teniendo, pues, estas promesas, queridos, purifiquémonos de toda impureza de la carne o del espíritu, para ir completando nuestra santificación en el temor de Dios Dadnos cabida en vuestros corazones” (2Cor 7, 1-2).
Consideración
Nos puede traicionar el significado que damos a las palabras si entendiéramos que el don del Temor de Dios es permanecer con miedo ante Él. Todo lo contrario: es vivir en la certeza de su mirada, de su amor, confiados y abandonado a su Providencia.
Quien teme al Señor es quien vive en su ley, en su voluntad, quien lo reconoce, al mismo tiempo que se sabe débil y es siempre consciente de su fragilidad, por lo que se encomienda al favor de Dios.
El don del Temor de Dios es propio del hombre justo, honrado, piadoso, caritativo, porque vive en la presencia divina, no como quien es vigilado, sino como quien se siente amado e intenta no ofender nunca a quien tanto ha hecho por él.
Ángel Moreno Buenafuente