II Martes de Adviento

Monición

Cuando se levanta el viento y mece las copas de los árboles, y si llega con fuerza cimbrea las ramas, cabe escuchar el aplauso de la naturaleza a su Creador.

El bosque, aun sin la fuerza de la tormenta, en medio del silencio sumerge en una densidad de sentimientos profundos, y sorprendentemente, se escucha la elocuencia de los árboles.

El poeta hace que canten y bendigan a su Creador todas las especies que repueblan los montes, y llega a sentir la embriaguez de los perfumes que exhalan, al tiempo que respira. Y todo ello se convierte en anuncio de la Palabra que habita la Creación y que tomará carne con el nacimiento del Hijo de Dios.

Textos bíblico

“Alégrese el cielo, goce la tierra,/retumbe el mar y cuanto lo llena;/ vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,/aclamen los árboles del bosque,/ delante del Señor, que ya llega,/ ya llega a regir la tierra:/ regirá el orbe con justicia/ y los pueblos con fidelidad” (Sal 95).

Texto místico

“Gocémonos, Amado,/ y vámonos a ver en tu hermosura/ al monte y al collado,/ do mana el agua pura;/entremos más adentro en la espesura” (San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual 36).

Texto pontificio

“La pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, no sólo para la alimentación, sino también para la curación de enfermedades y para múltiples servicios” (Francisco, LS 32).

El incienso

“Suba mi oración como incienso en tu presencia, | el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde” (Sal 140, 2).

El incienso es para Dios, el olor de los perfumes es la oración de los santos. “Y subió el humo de los perfumes con las oraciones de los santos de mano del ángel a la presencia de Dios” (Apc 8, 4). Los Magos de Oriente traerán como ofrenda preciosa incienso al Niño de Belén. La gloria, el honor, el poder, la fuerza, la bendición, la sabiduría, la acción de gracias son de nuestro Dios, y la Iglesia se dispone a ofrecerlos a quien reconoce como su Señor.

¿Bendices a Dios, lo adoras?

Ángel Moreno Buenafuente