La entretela: Los dones de dios crecen cuando se comparten

El mes de junio dedicado al corazón de Jesús y de María ha inspirado al Papa a hablar de la importancia de realizar signos que den esperanza, porque como dice el lema del año jubilar «la esperanza no defrauda», y es desde ahí dónde Dios construye y nos da vida. Dirá el Papa que vemos esa esperanza en la la fe que “es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven» (Hb 11,1).
Para ilustrar la esperanza, aprovechando la liturgia, se centra el Papa en uno de los evangelios en los que Jesús dio alimento a multitudes partiendo de lo poco que se tenía y nos dice “Para dar de comer a las miles de personas que acudieron a escucharlo y a pedirle curación, Jesús invita a los Apóstoles a que le presenten lo poco que tienen, bendice los panes y los peces y les ordena que los distribuyan entre todos. El resultado es sorprendente, no sólo cada uno recibe comida suficiente, sino que sobra en abundancia”

En este Jubileo el Papa, va dibujando la esperanza a lo largo de los diversos discursos que dirige a cada uno de los colectivos que se acercan a celebrar el año jubilar, y así nos indica “A veces, anunciar que la esperanza no defrauda significa ir a contracorriente, incluso contra la evidencia de situaciones dolorosas que parecen no tener salida. Pero es precisamente en esos momentos cuando mejor se manifiesta que nuestra fe y nuestra esperanza no provienen de nosotros mismos, sino de Dios. Y entonces, si somos verdaderamente cercanos, solidarios con quienes sufren, el Espíritu Santo puede reavivar en los corazones la llama que ya casi se había apagado”

La esperanza no trata de solucionar, el cristiano no puede solucionar, sino que acompaña y comparte signos de esperanza, como dice el Papa es Dios que “se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.”

Por ello, el Papa, significativamente no callará ante los conflictos y dirá “Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto…. La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado.”

Y porque no debemos perder la esperanza invita el Papa a cantar y orar y con palabras de San Agustín “«Cantémoslo, pues, ahora, hermanos míos […]. Como suelen cantar los caminantes, canta, pero camina […]. Avanza, avanza en el bien […]. ¡Canta y camina! ¡No te desvíes del camino, no mires atrás, no te detengas!» (Sermo 256, 3). Hagamos nuestra su invitación, especialmente en este tiempo santo de júbilo. A todos, mi bendición”

En conclusión, la fuerza de Dios nos permite no desalentar ni cuando parece que la situación nos conduce a no esperar nada.

María Puy