Hoy viernes 25 de abril, en el Monasterio San Martín Pinario de Santiago de Compostela tuvo lugar una Jornada que abordó la gestión del patrimonio inmobiliario de la Iglesia que se encuentra redundante. Este tema es una preocupación importante que afecta no solo a la propia Iglesia, sino también a la sociedad civil y a las distintas administraciones.
La bienvenida estuvo a cargo de mons. Francisco José Prieto, Arzobispo de Santiago, quien destacó la relevancia del patrimonio en la ciudad y lo describió como una expresión de fe, historia y cultura. Citó al Papa Francisco, refiriéndose al congreso de 2018, quien considera que el cuidado de los bienes culturales eclesiásticos equivale a «dar culto a Cristo», siendo «testimonio de fe» e «instrumentos de evangelización». El Arzobispo enfatizó la importancia de la belleza como camino hacia Dios y la necesidad de que las decisiones sobre este patrimonio sean el «fruto de una reflexión coral» que integre a la comunidad cristiana y a la comunidad civil, buscando la colaboración interdisciplinar. Encomendó a la jornada esta misma reflexión coral.
La introducción del evento, realizada por Esteban Fernández-Cobián, contextualizó la problemática, señalando la dificultad que el mantenimiento de templos en desuso supone para la economía de las diócesis. Mencionó las primeras directrices vaticanas de 2018 sobre la disposición y reutilización de iglesias, promovidas por el entonces Consejo Pontificio para la Cultura. Estas directrices abogan por una «reapropiación continua» de los edificios, haciéndolos «habitables y útiles». También se presentó el tema del patrimonio de las comunidades de vida consagrada, un área menos explorada, vinculado al simposio y volumen «Carisma y Creatividad» de 2022. Se mostraron diversos ejemplos internacionales y españoles de reutilización, desde clubes nocturnos y pistas de skate hasta librerías y hoteles.
El Profesor Andrea Longhi, arquitecto e historiador de la arquitectura, abordó la perspectiva histórica y las directrices vaticanas de 2018. Explicó que la redundancia de iglesias no es un fenómeno nuevo y que la situación actual responde a múltiples factores como cambios demográficos, culturales y un alejamiento de los lugares físicos. Subrayó que el estudio de los valores históricos y culturales de los edificios es fundamental para su reutilización. Propuso considerar los espacios vacíos como «espacios de espera, espacios de esperanza». Destacó la necesidad de construir comunidad antes de pensar en el proyecto arquitectónico. Presentó la idea de la «pluralidad»: de los actores históricos (promotores diversos, ahora concentrados en parroquias), de los usos históricos (las iglesias siempre fueron espacios adaptativos, no solo litúrgicos), y del multiculturalismo actual. Identificó cuatro conceptos clave para el abordaje: resiliencia (capacidad de adaptación manteniendo elementos fundacionales), sostenibilidad (ambiental, social, económica, con el reto del mantenimiento ordinario), corresponsabilidad (pluralidad de promotores y usos con visión compartida), y planificación (visión unitaria para opciones ambiciosas). Planteó preguntas desafiantes sobre la conveniencia de la legibilidad de la antigua función religiosa en la reutilización, la ambigüedad entre usos culturales (museos, conciertos) y litúrgicos, y la viabilidad de la reversibilidad de las intervenciones (un dogma en restauración).
El Profesor Luigi Bartolomei, especialista en patrimonio religioso y cultural, centró su intervención en el patrimonio de las comunidades de vida consagrada, un tema con un nivel de desarrollo menor y más fragmentado que el de las iglesias parroquiales. Presentó datos alarmantes sobre la disminución significativa de consagrados y consagradas en Europa (-45% a -50% en Italia/Europa), mientras que el número de «casas» religiosas disminuye en menor medida (-10% a -20%), lo que genera una notable infrautilización de los vastos complejos inmobiliarios. En el resto del mundo, la tendencia es inversa (aumento de personas y casas). Señaló que este patrimonio presenta fragilidades como la extrema fragmentación de propietarios, la gran amplitud de los complejos (la iglesia a menudo es menos del 50% del volumen) y su importancia urbana. La política prevalente para este patrimonio es la capitalización (alquiler), aunque las mujeres consagradas tienden a priorizar el «valor social». Propuso ver la reutilización como una «diaconía territorial», una oportunidad para la construcción de comunidad e integración social. Consideró que una iglesia cerrada es un «escándalo», ya que los bienes con un origen público (donaciones) deberían mantener una accesibilidad pública.
El Profesor Albert Gerards, teólogo y coordinador del proyecto Transara, compartió experiencias recientes de reutilización en Alemania. Explicó que el proyecto Transara estudia el espacio sagrado como un «fenómeno social», donde el edificio interactúa con personas y acciones. La situación en Alemania se caracteriza por un exceso de iglesias construidas post-guerra y una pérdida masiva de miembros, proyectando cierres significativos. Mencionó un cambio de mentalidad, pasando de la ignorancia a la prioridad de la reutilización y la colaboración, aunque las decisiones a menudo aún no incluyen a las personas directamente afectadas. Subrayó que «las iglesias pertenecen a todos» y su nuevo uso debe beneficiar a la comunidad. Presentó categorías de reutilización basadas en experiencias: simultaneidad (diversos usos en el mismo espacio, como iglesias-librería o iglesias culturales), separación (división del espacio para distintos fines, como áreas litúrgicas separadas de zonas sociales o archivos), y acumulación (no definida explícitamente, pero presente en ejemplos como los columbarios, que se han convertido en una categoría creciente en Alemania, integrando espacios funerarios en iglesias activas o reconvertidas). Concluyó que hay innumerables posibilidades, pero «no existen soluciones patentadas», requiriendo cada caso una atención especial y la inclusión de la sociedad civil para encontrar soluciones creativas.
El debate final permitió profundizar en varios temas. Se habló del concepto de patrimonio como «paisaje cultural», integrando lo construido y lo natural, y la necesidad de diálogo con las preocupaciones contemporáneas de la sociedad (ecología, sostenibilidad, etc.). Se cuestionó el uso del término «redundante», percibido como negativo y que no refleja el esfuerzo de la Iglesia en el mantenimiento, contrastándolo con el abandono de edificios públicos por parte del Estado. Se debatió la viabilidad económica y la sostenibilidad a largo plazo de usos comerciales o culturales frente a la opción de la «ruina ordenada», vista por algunos como una solución estética y espiritual válida. Finalmente, se planteó la posibilidad de que nuevas comunidades religiosas reutilicen el patrimonio de órdenes en declive. Si bien esta opción se consideró ideal, se señaló que en la práctica es difícil debido a la falta de adaptación de nuevas formas de vida religiosa a estructuras antiguas diseñadas para carismas específicos. No obstante, se presentaron ejemplos exitosos donde se encuentra una «utilidad semejante» a la finalidad original del edificio.
La jornada concluyó con la invitación a un almuerzo y visitas guiadas a la Iglesia de San Francisco y San Martín Pinario, ofreciendo una oportunidad para continuar el diálogo y la reflexión.
En el siguiente enlace se puede visualizar la Jornada íntegra: