Noemí tuvo una infancia terrible. Sus problemas escolares (académicos, relacionales, psicológicos, etc.) se gestaron en una familia con problemas: alcohol, drogas, malos tratos, sexo mercantil y ausencia de cariño. Ella ignoraba que esos conflictos, a su vez, llegaron un día a casa por egoísmos y otros pecados consentidos. Puede pasarnos a cualquiera.
Nadie está destinado a un abismo de soledad y miseria. Incluso, cuando Dios lo permitiese, como duro entrenamiento para bienes futuros, la obligación del cristiano consiste en rodear a cada persona sufriente con un escudo protector de afecto: Cristo prometió estar cerca. La mirada común no percibe las mayores bondades ni las pocilgas del ser humano.
El dictador ugandés de los años 70, Idi Amin, por ejemplo, encandilaba a las masas. Existe incluso una leyenda acerca de su canibalismo. Una joya, vamos. Ser” y “parecer” no siempre coinciden. La Gracia de Dios no se ve, pero actúa, vence, eleva. La humanidad se acoge a ella siempre que lo desee. Nada hay irremediable. ¿Quién dijo miedo?
Manuel Ángel Blanco
(Cope, 23 de junio de 2017)