- “No podemos decir que amamos a Dios si no amamos a los demás.
- “El reconocimiento de Dios como sumo bien exige al hombre abandonar el espíritu de posesión y dominio y adoptar la actitud de discernimiento, que es la verdadera base de la libertad de los hijos de Dios.
El arzobispo de Santiago, mons. Julián Barrio, presidió este jueves la eucaristía en la festividad del santo de Asís en la Iglesia conventual de los franciscanos de Santiago de Compostela. En su homilía, mons. Barrio recordó que Francisco de Asís “descubrió la locura de la cruz” de Cristo “enamorándose de ella”. Siguiendo la senda marcada por él, el arzobispo compostelano aseguró que “si queremos acceder a lo que es el destello de Dios hemos de ir por delante con nuestra obediencia y también con nuestra disponibilidad”.
Mons. Barrio reconoció que “para hablar de san Francisco de Asís hay que ser franciscano de espíritu”. Pero sin serlo, es fácil descubrir que “la sabiduría de Francisco de Asís es el Evangelio. A través del Evangelio es el Altísimo en persona quien le habla”.
El arzobispo compostelano recordó las palabras de Ernest Renán, para quien “después de Jesús Francisco ha sido el único cristiano perfecto, un espejo perfecto de Jesucristo”. Espejo que deberíamos ser también nosotros “en medio de una cultura tan secularizada y paganizada como la nuestra”.
Mons. Barrio recordó que “el descubrimiento de la paternidad de Dios nos lleva a la fraternidad universal”. No podemos decir que Dios es padre si no nos reconocemos nosotros como hermanos. De ahí la importancia que Francisco de Asís le dio a la fraternidad. Y su descubrimiento de la urgencia de la evangelización de los pobres. “Cuando más radicales seguidores seamos de Cristo más sentiremos la necesidad de evangelizar a todos, pero de manera especial a los pobres.
Francisco fue un gran renovador de la Iglesia. Y lo fue, añadió el arzobispo compostelano, “porque fue el hombre fiel a la Iglesia. El carisma franciscano constituye una suma de los valores fundamentales, como son el seguimiento de Cristo, la contemplación, la fraternidad, la pobreza, el amor a la naturaleza, la sencillez y la alegría”. El pobrecillo de Asís, continuó mons. Barrio, “sigue siendo un rayo luminoso de esperanza para que, a través del Evangelio, la conformación con Cristo y su seguimiento radical, podamos adentrarnos en el misterio mismo de Dios revelado en Cristo”.