Momento Blanco, en Cope: ascensores

La presencia en España de 20 ascensores por cada mil habitantes invita a la reflexión. Gran número de personas gasta su vida en lo que se ha denominado la “periferia ilimitada” de los núcleos urbanos. Dicen que el primer apego material de un compatriota es su vivienda; porque si tiene la suerte de trabajar, el único ascenso que se produce es el que va desde el aparcamiento a la oficina.

De pequeños, pensábamos que la vida consistía, al menos en parte, en ir subiendo, mejorando; en lo económico, en el bienestar… Pero casi nadie se acordó de mejorar el alma. Lo intentaron con la ciencia, e incluso con los sentimientos. Pero nadie fue capaz de explicar la frialdad de algunos resultados: atropellos de ciclistas bajo efectos de sustancias sedantes. Autoría confesa de la muerte de un  hijo propio…

Un maestro explicaba los primeros síntomas de la rebelión del ser humano contra Dios: desobediencia a las normas; religiosidad de “cumplo y miento”; falta de perdón; arrogancia. A medida que avanza el ascensor de nuestra vida, jugueteamos como niños: pulsamos todos los pisos, para curiosear; accionamos la alarma de nuestros caprichos; detenemos su marcha, para no pensar. Hasta que nos damos cuenta de que, en vez de subir, estamos bajando.

Manuel Ángel Blanco
(Cope, 12 de mayo de 2017)